La sangre de los mártires es semilla de cristianos.
Una tarde de 6 de Agosto de 1875, 142 años atrás, pasadas las 13 horas, el presidente del Ecuador en su momento, Doctor Gabriel García Moreno, caía martirizado en las escalinatas del Palacio de Carondelet. Sus últimas palabras: “Dios No Muere” fueron el testimonio de su grandeza y perseverancia en el auge del sacrificio.
En la actualidad del país, vale la pena mirar atrás y recordar la vida de este gran estadista y sobre todo hombre de fe, y de rendirle un homenaje, tanto más categórico cuanto son profundas las diferencias entre su valiente forma de proceder y lo que se ha vuelto común en nuestros días.
Sin duda, si lo hacemos, se cumplirá la sentencia de Tertuliano, abriendo una época de heroísmo por la Fe que dará inmensa gloria a nuestro Redentor.
Gabriel García Moreno nace en Guayaquil el 24 de diciembre de 1821. A temprana edad muestra interés por el idioma latín. Consigue viajar a Quito y estudiar en el colegio San Fernando de padres dominicos [1]. Luego sigue con estudios de derecho en la Universidad Central de Quito, obteniendo la investidura de doctor en Jurisprudencia en 1844. En 1850 viaja con su hermano Pedro Pablo a Europa donde, a más de despertar su inquietud en la aplicación de la educación técnica como instrumento para el desarrollo económico del país, vuelve convencido de que Nuestro Señor Jesucristo es el único salvador del pueblo y que un estado sin religión es irremediablemente víctima de la espada de un autócrata o de un puñado de anarquistas [2].
En su segundo viaje a Europa, en 1855, asistió a la Sorbona de Paris concurriendo a cursos de física, botánica, historia y geología. Esta experiencia con las ciencias exactas y naturales representó la base para la posterior creación de la Escuela Politécnica Nacional.
A su regreso de París en 1857 es nombrado rector de la Universidad Central y elegido senador. Sin embargo, entre 1859 y 1860 el país vivió un momento dramático. El Ecuador se fragmentó de tal forma que su futuro se puso en peligro. Gabriel García Moreno, en conjunto con Juan José Flores, emprendió una campaña de reunificación la cual culminó con la Batalla de Guayaquil. La mañana del 24 de septiembre de 1859, día de Nuestra Señora de la Merced, la Patria se había salvado. Este hecho histórico ratificó a García Moreno como líder y estratega [3].
Posteriormente, ya como Presidente de la República, su legado se extendió a la construcción de grandes obras para el país, como el inicio del ferrocarril que uniría Quito y Guayaquil, así como la adopción de modernos sistemas europeos de gestión y cultura, como la apertura del observatorio astronómico y el conservatorio nacional. El progreso dado dentro del país durante su mandato, progreso no sólo económico sino sobre todo religioso y moral, incluye la consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.
Hoy miramos la realidad política en un Ecuador del siglo XXI. ¡Qué falta hace un líder que tenga a Dios como centro de su vida y practique abiertamente los diez mandamientos! El grato recuerdo y modelo que tiene el Ecuador es al mártir, siervo de Dios, Dr. Gabriel García Moreno, que nos debe inspirar a seguir por un Ecuador que, por encima de todo, le dé mayor Gloria a Dios. A.M.D.G.
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[1] Gomezjurado, S. (1954). Vida de García Moreno, Tomo Primero. Ecuador, Quito: El Tiempo.
[2] Berthe, A. (1887). García Moreno. Francia, París: Retaux-Bray.
[3] Salazar Alvarado, F. (2005). Encuentro con la historia. García Moreno: líder católico de Latinoamérica. Ecuador, Quito: Fundación Jesús de la Misericordia.