¿Quiénes somos?

El Círculo Beato Pío IX es una organización fundada en Ecuador con el fin primordial de promover y proteger la matriz Católica de nuestra sociedad occidental.

Nuestra misión: levantar y defender la bandera de Nuestro Señor Jesucristo en estos tiempos en que toda una humanidad se decide con Él o en su contra.

Artículos de formación católica

La buena nueva llegó esta semana: el Papa Francisco reconoció que que el asesinato del jesuita Víctor Emilio Moscoso Cárdenas en Riobamba en 1897 fue in odium fidei (por odio a la Fe) y, por tanto, podrá ser declarado como beato y ser venerado como tal en los altares. Sin embargo, pocos conocen a este heroico clérigo que fue asesinado por el liberalismo alfarista, ¿quién es Víctor Emilio Moscoso Cárdenas, futuro beato ecuatoriano?

El padre Emilio Moscoso nació en Cuenca el 21 de abril de 1846, pronunciando sus primeros votos en la Compañía de Jesús hacía 1866, cuando contaba 20 años. Sus virtudes como educador hicieron que dentro de su orden religiosa sea promovido dentro de varias instituciones educativas en todo el Ecuador, hasta ser nombrado en 1892 como rector del Colegio San Felipe Neri, en la ciudad de Riobamba. Fue ahí donde 5 años más tarde se perpetraría su martirio. 

En 1895 triunfa en Ecuador la Revolución Liberal liderada por Eloy Alfaro, quien dirige junto con sus lugartenientes una feroz persecución anti-clerical, cerrando órdenes religiosas, expropiando los bienes de la Iglesia y, directamente, atormentando a religiosos en diversas partes del país, como sucedió con el mismo Santo Hermano Miguel

Sin embargo, el episodio más crudo de persecución liberal alfarista fue justamente el ocurrido el 4 de mayo de 1897 en Riobamba, en el cual el P. Emilio Moscoso fue coronado con la palma del martirio.  

Eloy Alfaro, líder de la Revolución Liberal
Eloy Alfaro, líder de la Revolución Liberal

Después de un enfrentamiento entre los conservadores de Riobamba y el batallón liberal “Pichincha”, liderados por los caudillos Flavio Alfaro y Pedro Montero, los vencidos líderes conservadores Pacífico Chiriboga y Melchor Costales logran escabullirse en la capilla del Colegio San Felipe Neri junto con unos doce soldados más. Cerca de una hora más tarde, los liberales logran acceder al lugar, irrumpiendo de manera violenta.

La terrible escena comienza con los liberales rompiendo a hachazos y culatazos la puerta de la Iglesia, a la cual ingresaron disparando a cuanto encontraban, particularmente contra el altar mayor, el púlpito y las imágenes religiosas. Un conservador, de apellido Cifuente, es visto refugiándose detrás de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y le acribillan a balazos y a golpe de hacha.

Flavio Alfaro (sobrino de Eloy), que no había estado desde el ingreso al templo, llega dando una sola orden: “maten a todos los frailes”  refiriéndose despectivamente a los jesuitas que habitaban el templo. Los soldados arremeten contra el Sagrario, donde guardaba a Jesús Sacramentado, a fin de realizar terribles ultrajes. José Benítez S.I., ex rector del Colegio San Felipe, describió así los hechos del sacrílego espectáculo:

Se festejó el triunfo de la libertad en medio de una algazara infernal y de vítores frenéticos al Gral. Alfaro dentro del mismo recinto de oración; se empeñan en romper a culatazos la frágil puerta del Sagrario y pronto lo logran, sacaron los copones, regaron las formas consagradas por el suelo, se comieron, las pisotearon, bebieron en ellas todos los barriles de vino que tenían los P.P. para las misas; pusieron en ese vino las hostias consagradas y decían que estaban comiendo sopa borracha. Pisotearon las hostias consagradas y se burlaron de la misa y la parodiaban de un modo ridículo. Subieron al púlpito a burlarse de la predicación, y en fin, han hecho cosas que han llenado de consternación a toda la ciudad. Hicieron pedazos la patena, añade el hermano Mejía en carta escrita desde la previsión. (…) Santos Manzanilla: cogió algunas hostias y las ponía en la boca de los cadáveres diciendo ¡‘así hacen los curas’! [1]

Terminada la batalla campal que realizaron dentro del templo, los liberales entran dentro del convento para continuar con la obra que se habrían propuesto. Azuzados por las proclamas anticlericales que se empeñaban en lanzar los mandos liberales, los soldados continúan destrozando el interior del convento. Irrumpen dentro de la celda del padre Emilio Moscoso S.I., rector del colegio en ese entonces, a quien encuentran rezando el rosario frente a un crucifijo, le disparan a quemarropa, asesinándolo en el acto, y no contentos todavía con ello, profanan su cadáver disfrazándolo de guerrillero, cambiándole el rosario por un fusil y cruzándole una canana de balas en el pecho. El padre Benítez recabó los datos del comandante José Joaquín Merino, testigo presencial, quien declaró:

Yo vi con mis propios ojos que el Mayor Luis Soto y el Capitán Santos Manzanilla mataron al padre Moscoso en la celda; le encontraron hincado en un reclinatorio, orando delante de un crucifijo, y ellos, gloriándose de haberle matado, salieron a la puerta y el mayor Soto colocó su rifle entre los brazos del P. Moscoso y le hicieron abrazar el rifle poniéndole en son de burla. (…) Con el ronzal del caballo, el Cnel. Luis Quiroga amarró con sus propias manos el cadáver del R.P. Moscoso y lo sacó arrastrando hasta la calle y yo me mortifiqué por esto y protesté y lo mismo hizo la mayor parte de la tropa fuera de la costeña, comendada por pedro Montero y Figueroa, que era comandante del “sesenta”, el pueblo que ya se comenzó a agolpar, protestó e impidió a Quirora el arrastre, y tomando el cadáver lo condujeron a la Iglesia” [2].

Tener a un mártir reconocido por Iglesia debe ser para todos los ecuatorianos un motivo de especial alegría y compromiso para con nuestra religión, reflexionando sobre todo que la sangre que derramó el P. Emilio Moscoso nos debe recordar que la Iglesia ha tenido, tiene y tendrá siempre enemigos; realidad que nos exige, como católicos, tomar una férrea posición en defensa de los Derechos de Dios en la Tierra y los principios por los cuales el mismo Jesucristo nos redimió. 

Recemos así también para que pronto tengamos la gracia de tener en los altares a este reverendo sacerdote, que nos recordará con su ejemplo que, como recuerda el opúsculo de Sardá y Salvany, el liberalismo es pecado

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[1] BENÍTEZ, José, Testigos del 4 de Mayo de 1897, Quito, Unidad Editorial–Fundación Mariana de Jesús, 1997, Pág. 77.

[2] Ibidem, Pag. 110.

El sábado 13 de mayo de 2017, en la conmemoración del centenario de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, ocurrió un hecho sin precedentes en XX siglos de historia de la Iglesia: la canonización de dos niños de 9 y 7 años: los hermanos Francisco y Jacinta Marto.

Cuando la Iglesia eleva a los altares e incluye el nombre de una persona en la lista del santoral, Ella permite su culto público, con lo que la presenta como un modelo para todos los católicos del mundo hasta el fin del mundo, por haber practicado las virtudes “en grado heroico”.

Ahora, ¿cuáles pueden haber sido las virtudes heroicas de niños tan pequeños?

La cuestión no es vana. La habitual inmadurez de la infancia fue levantada como un obstáculo para la beatificación y la canonización de Francisco y Jacinta Marto, por causa de un precedente. En 1932, cuando llegó a Roma el proceso de beatificación de Ana de Guigné, una niña de 11 años nacida en una familia noble e ilustre de Annecy, en Francia, el papa de entonces, Pio XI, confrontado por la primera vez con el caso de saber si niños podían practicar virtudes en grado heroico y ser beatificados, mandó estudiar el tema por una comisión de expertos y, después de recibir las conclusiones, mandó archivar sin seguimiento todos los procesos de beatificación de niños no mártires.

Resulta que Francisco y Jacinta Marto eran todavía más chicos que Ana de Guigné y, a pesar de eso, el proceso diocesano no paró y terminó llegando al Vaticano en 1981. La cuestión fue relanzada por la Congregación para las Causas de los Santos, pero esta vez, los expertos, no sólo en teología y espiritualidad, sino también en psicología, concluyeron que un niño podía perfectamente practicar, a su manera, virtudes heroicas y ser propuesto como modelo.

Francisco Marto, vidente de Fátima
Francisco Marto, vidente de Fátima

Con la canonización de los dos pastorcitos de Fátima se cumplió una pequeña profecía de San Pío X, cuando adelantó la primera comunión a los niños: “Gracias a la primera comunión precoz”, dijo el Papa, “vosotros veréis de aquí a poco santos entre los niños”. Efectivamente, poco más de un siglo más tarde la Iglesia canonizó no sólo uno, sino dos pequeños santos.

Volvamos entonces a la pregunta: ¿cuáles fueron las virtudes que los pastorcitos practicaron?

En nuestra opinión, dos virtudes sobresalen nítidamente del conjunto de aquellas brillaron en la vida de Santos Francisco y Jacinta.

La primera es la fe, bajo la forma de una gran apertura de alma para recibir un fenómeno tan extraordinario como es la aparición de la Madre de Dios, precedida por las apariciones del Ángel de Portugal. Quien es capaz de abrirse a un hecho que lo trasciende de tal modo, da señal de poseer una fe viva y de tener una grandeza de alma y de una “connaturalidad” con lo sobrenatural que son heroicas y un modelo para los adultos, a los que Nuestro Señor les dijo: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3).  De hecho, el hombre, marcado por el pecado original, a medida que crece, difícilmente es capaz de ir venciendo su propio egoísmo y sus propios pequeños intereses.

La segunda es la seriedad con que ellos se comportaron a partir de las apariciones del Ángel de Portugal y, sobre todo después del 13 de mayo de 1917, cuando la Virgen María se les apareció por la primera vez. Esa seriedad está representada en la fisonomía de ambos santos, en los escritos de Jacinta, en la resolución con que enfrentaron las persecuciones de las autoridades ateas y los sarcasmos de los que no creían y, poco tiempo después, una dura enfermedad y su muerte precoz.

Con posterioridad a las visiones de Fátima, Jacinta tuvo varias otras revelaciones, sobre las cuales ella escribió:

“Vendrán modas que ofenderán mucho a Dios (…) Las personas qué sirven a Dios no deben de ir con la modaLa iglesia no tiene modas. Nuestro Señor siempre es el mismo. (…) Los pecados del mundo son muy grandes. (…) Los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de la carne (…) Se ha de desencadenar según parece una guerra civil de carácter anárquico-comunista acompañada de saqueos muertes, incendios y devastaciones de todas clases. (…) ¡Madrina pida mucho por los sacerdotes por los religiosos! Los sacerdotes no deberían preocuparse más que de las cosas de la iglesia. (…) Los sacerdotes deben ser puros, muy puros.”

Absolutamente no es normal que una niña de sólo 7 años fuera capaz de tener una visión tan clara del presente y del futuro de la humanidad y de la crisis de la Iglesia, si no hubiera sido gracias a que la propia “Virgen se las enseñaba”.

En resumen, la Iglesia nos dio un mensaje a través de esta canonizaciónLos niños pueden ser heroicamente serios, puros y sabios; pues, detrás de estas vidas, lo que brilla es precisamente la virtud de la sabiduría, que es aquella que ordena la conducta de las personas de acuerdo a su fin eterno.

Estas consideraciones nos parecen especialmente oportunas para contraponerlas con las recientes tentativas de imponer la ideología de género en Ecuador, que imponen, a nombre de la no discriminación, la promoción de la homosexualidad, el lesbianismo y otras conductas contrarias a la moral católica.

La oposición entre ambos “ideales” de la niñez no podría ser mayor. Y de esa oposición no puede dejar de producirse un enfrentamiento. Los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz, y entre ellos no puede existir ningún tipo de coexistencia.

Sin embargo, los actuales protagonistas de este combate no son niños. Somos los adultos,  que como Ud. o como yo, debemos tomar posición al respecto.

Que los nuevos santos intercedan para que sepamos “pelear el buen combate” con toda la energía, la intransigencia y el ardor que son propias a María, Aquella que “sola exterminó todas las herejías”.

Tomado de Acción Familia.

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Esta es una foto del gran San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana. Se nota la expresión eminentemente sacerdotal, pero de un hombre del pueblo. Nadie se imaginaría que él había nacido en una capa social alta. Es un campesino que se convirtió en sacerdote, y esto era una gloria para él.

Hay algo en él de verdadera majestad. ¿En qué consiste tal majestad? Analizamos su fisonomía: el pelo medio revuelto, con un mechón que cae un tanto arriba de uno de los ojos, y una risa que le da una cierta elevación y dignidad. Las orejas son grandes, lo que aumenta aún más la impresión de la altura de la cara. La nariz, sin tener nada de disforme, es bastante larga y resalta la extensión del rostro.

Los ojos revelan a una persona que es consciente de que la altura de su rostro es sólo un símbolo de la grandeza de su alma. Y hay en él algo de resuelto y de triunfal, de alguien que triunfó o está triunfando sobre toda especie de obstáculo. ¡Encantado y elevado! El triunfo de San Juan Bosco consiste en ello.

Él no está pensando en sí, sino en la fuerza de Nuestra Señora Auxiliadora, su gran protectora, que le ayudaba en las victorias que obtenía. Él contempla la gloria de Aquella que, en su persona, venció. Está considerando entusiasmado la victoria de Nuestra Señora Auxiliadora.

Con la cabeza alta, se tiene la impresión de que él siente que todo está situado por debajo de esas victorias.

Este es el nobilísimo San Juan Bosco.

(*) Extractos de la conferencia proferida por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira el 21 de mayo de 1983. Sin revisión del autor.

Hoy es la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Podemos añadir algunas palabras a esta importante devoción. Creo que de los muchos aspectos que esta devoción tiene, uno parece haber sido lo suficientemente acentuado y es el siguiente: uno es consciente de que, para el Reinado de María, una verdad fundamental es la mediación universal de la Virgen. Porque para que Nuestra Señora pueda ser verdaderamente Reina, es preciso que ella pueda estar junto a Dios todo lo que Ella quiera, pues es por esta forma que Ella podrá gobernar el mundo.

Nuestra Señora – por su propia naturaleza humana, como la nuestra – no tiene más poder sobre los astros, sobre los hombres, del que tenemos todos nosotros. De manera que, para tener el reinado de todo el universo, para ser la Reina de todos los Ángeles, la Reina de todos los Santos, la Reina de todos los hombres, la Reina de todo el mundo material y dominadora terribilísima y completa del demonio, Ella necesita tener la gracia de Dios. Y es exactamente como punto de convergencia de todas las gracias de Dios que es Reina. La omnipotencia de Nuestra Señora ha sido muchas veces y muy adecuadamente llamada «omnipotencia suplicante«, porque es por medio de la súplica que Ella hace, que puede todo. Porque puede todo junto a Aquel que es omnipotente, y por eso es Reina.

La realeza de Nuestra Señora está en una conexión íntima con el hecho de ser el canal de todas las gracias. Es reina de todo porque todas las gracias que se dan a los hombres son concedidas por sus manos. Todos los pedidos que los hombres hacen son presentados por medio de Ella. Si todos los santos y ángeles del cielo pidiesen algo que no fuera por medio de Ella, no lo obtendrían. ¡Ella sola pidiendo, sin ninguno de ellos, lo obtiene! De tal manera el foco de la predilección divina se concentró por entero en Ella. Y parte después para toda la creación. Hay, por lo tanto, una especie de correlación íntima entre una cosa y otra.

Las apariciones de Lourdes son las más célebres de una serie de otras apariciones de Nuestra Señora en el siglo XIX. Tales apariciones culminan con Fátima (en 1917), con la afirmación del Reinado de María. Las de Lourdes son como – en medio de las densas tinieblas actuales – puntos blancos anunciando que el Reino de María vendrá; constituyendo una claridad del Reino de María.

En Lourdes, pero también en cada una de estas apariciones, sería muy interesante estudiar la presencia de la idea de la Mediación Universal de las gracias y del Reinado de María. Especialmente en Lourdes, uno se podría preguntar lo siguiente: ¿Por qué Nuestro Señor no dio esa fecundidad estupenda de milagros a un santuario dedicado a Él?

En Francia, por ejemplo, hay un santuario magnífico consagrando una devoción estupenda a Su Sagrado Corazón, que es el de Paray-le-Monial, donde Nuestro Señor hizo sus revelaciones a Santa Margarita María Alacoque. Él podría perfectamente hacer que esos milagros ocurrieran allí y en todos los demás santuarios consagrados a Él. Pero Nuestro Señor quiso que la mayor fuente de milagros que hubo en la Historia sean dedicados a Nuestra Señora. En otras palabras, que aquellas curaciones sólo se obtienen bajo la protección de Nuestra Señora, después de una aparición de Nuestra Señora, como una gracia de Nuestra Señora y mediante un pedido hecho a Nuestra Señora. Es decir, en Lourdes Él quiso que todas esas curaciones estupendas pasasen por las manos de Ella.

¿Para qué? Evidentemente para documentar la verdad de fe de la Mediación Universal; para que los hombres entendamos bien hasta qué punto Ella puede todo. Las peores enfermedades, los mayores males, los sufrimientos más horrorosos. Ella cura; toma las leyes más inflexibles de la naturaleza y las elimina. ¡Ella vence todo! Por ejemplo, una persona que ve sin nervio óptico. Es tal el dominio de Nuestra Señora sobre la naturaleza, ¡cómo no se puede imaginar! Esto se hace por medio de Ella. ¿Por qué? Para mostrar que todas las gracias vienen por su intercesión. Y la presencia de todas las gracias en las manos de Ella para ser distribuidas, a su vez, significa que Ella es la Reina del Cielo y de la Tierra. Y por Ella pasa todo.

Con ocasión del 23° aniversario del fallecimiento del influyente pensador católico brasileño, Plinio Corrêa de Oliveira, reproducimos a continuación una brillante semblanza realizada por el cardenal ecuatoriano Bernardino Echeverría, de grato recuerdo para nuestro país, publicado en el diario «El Universo», Guayaquil, el 12 de noviembre 1995 (Pág. 4, cuerpo B, sección religiosa).

La inesperada noticia de la muerte de Plinio Corrêa de Oliveira nos ha movido a pensar en algunos capítulos de su vida y nos ha invitado a reflexionar que, mientras más intensos sean los males de una época, más severas son las figuras que la Divina Providencia llama a hacerles frente, lo cual es un reflejo de su designio de combatir las crisis, suscitando almas de fuego. No obstante, también sucede que esas almas son objeto de los ataques más apasionados e infundados, con que se las pretende callar, lo que es una muestra de la obstinación que a menudo penetra en el espíritu de ciertas categorías humanas.

Sin embargo, cuando las figuras son grandes de verdad, sus adversarios no consiguen abatirlas ni silenciarlas, porque los ataques injustos terminan destacando —aunque sus autores no lo quieran— las cualidades de esas almas de elección. Fue lo que sucedió con el Divino Salvador: atacado, vilipendiado y martirizado por sus verdugos, mas su Luz brillará inextinguiblemente hasta el fin de los siglos en su Iglesia, a pesar de los esfuerzos de tantos por destruirla.

Christianus alter Christus — El cristiano es otro Cristo: algo análogo sucedió con Plínio Corrêa de Oliveira, durante décadas, hasta su reciente y lamentable fallecimiento. En verdad, difícilmente fue posible mencionar su nombre en el último tiempo en nuestro continente, y aun en la mayor parte de Occidente, sin desatar, al mismo tiempo, aplausos y admiración, de un lado, y verdaderas tormentas verbales contra él, de otro, siempre tan impregnadas de pasión como carentes de fundamento.

En efecto, era frecuente que la furia de los ataques que él sufría no fuese acompañada de argumentos, por lo cual su exposición serena, invariablemente cortés e incisivamente rica, clara y contundente disipaba las objeciones, ponía las cosas en su lugar, lo cual, a pesar de merecer la gratitud de sus contrincantes, porque elevaba el tono de la polémica, a menudo desataba odios, resentimientos y despechos.

En los anos 40, cuando el nazi-fascismo era una moda ante la cual tantos claudicaban en Europa y América, la pluma de Plínio Corrêa de Oliveira denunció con valentía la impostura neo pagana, socialista y gnóstica que inspiraba esa aberración, con lo que preservó muchos ambientes católicos de esa influencia nefasta.

Cardenal ecuatoriano Bernardino Echeverría Ruíz (1912-2000)
Cardenal ecuatoriano Bernardino Echeverría Ruíz (1912-2000)

Hoy, cuando es un lugar común atacar al nazi-fascismo —entre otras razones, porque es fácil lanzar diatribas contra errores que tienen un número ínfimo de adeptos— no es raro encontrar entre sus pretendidos enemigos de hoy a sus cómplices de ayer, quienes, sin embargo, callan o murmuran contra Plinio Corrêa de Oliveira, que criticó con lucidez y valentía esa impostura, cuando ella estaba al borde de dominar el mundo.

Después de la Segunda Guerra, la Historia giró y muchos de los antiguos adeptos del nazi-fascismo se volvieron contra él, pasando la tendencia a la contemporización con el enemigo mortal, a ser ejercida comúnmente a favor del marxismo, con lo cual éste obtuvo, a partir de entonces, avances gravísimos en todo el mundo, en desmedro de decenas de millones de víctimas. Una vez más, Plínio Corrêa de Oliveira se mantuvo intrépido en la trinchera polémica, ahora contra el comunismo, el socialismo y sus colaboradores, durante largas décadas, porque la Revolución fue pertinaz en impulsar esa aberración en todas las naciones.

Infelizmente, los ambientes católicos, que no habían sido inmunes a la infiltración nazi-fascista, tampoco escaparon a la del marxismo, habiendo muchos ejemplos de condescendencias gravísimas con ese error, lo cual producía una inclemencia airada contra quienes las atacaban.

Obviamente, la postura de Plínio Corrêa de Oliveira no era meramente anti­nazista o anticomunista. Ambas cosas eran efecto de una posición doctrinaria católica, enteramente coherente y notablemente fogosa, en defensa de todos los principios de la Iglesia, mas especialmente de aquellos que eran vulnerados por los enemigos más virulentos, porque su preocupación primordial en el apostolado era la apologética, pues quería que fuese servido por la lógica y la doctrina en todo su vigor.

Aún en su juventud, hace más de medio siglo, publicó una obra que hasta hoy conmueve las conciencias, En defensa de la Acción Católica, por la cual recibiera una cálida felicitación de Pío XII, enviada por Mons. Giovanni Batista Montini, Substituto de la Secretaría de Estado, quien, décadas después, fuera elevado al Solio pontificio con el nombre de Paulo VI.

La obra causó entusiasmo en unos y escozor en otros, pues denunciaba errores que germinaban en los ambientes católicos, con los cuales algunos tenían indulgencia y otros indiferencia, mas en los cuales Plínio Corrêa de Oliveira veía —como la Historia lo confirmó— gérmenes de una gran crisis futura en la Santa Iglesia. Considerando la Historia reciente de forma retrospectiva, al recordar esa lúcida advertencia y el verdadero cataclismo que sacudió en las últimas décadas a la Iglesia y que aún no termina, no podemos sino exclamar: ¡ah, si esa voz hubiese sido oída…!

Su libro "Revolución y Contra-Revolución" fue traducido a más de 20 idiomas alrededor del mundo.
Su libro «Revolución y Contra-Revolución» fue traducido a más de 20 idiomas alrededor del mundo.

En verdad, no se necesita tener mucha sabiduría ni gran celo para ver el peligro que proviene de los males poderosos y manifiestos, mas ambas cualidades son indispensables para notar el riesgo que ya significan cuando están naciendo. Pues bien, Plínio Corrêa de Oliveira sabía ver desde lejos los peligros y denunciarlos, esmerándose especialmente en revelar los más ocultos, aún cuando esto le costase amarguras, porque esas actitudes con frecuencia frustraban los planes de los enemigos de la Iglesia.

Su deseo era que las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo impregnasen a fondo la sociedad contemporánea, según el lema de San Pío X Omnia instaurare in Christo, que tanto conmovió al mundo católico en los albores de este siglo y que, desde entonces, inspiró la acción de los mejores apóstoles.

Su obra Revolución y Contra Revolución, publicada en 1959, analiza la historia de los últimos siglos y la situación del mundo contemporáneo, mostrando que un proceso corroyó a la Cristiandad y pugna por destruir sus restos, para instaurar un régimen en todo opuesto a la Ley de Dios.

Ante ese proceso, el católico auténtico —como señala San Pablo— no puede conformarse con el siglo presente (Rom. 12, 2), es decir, no puede querer un modus vivendi entre la Iglesia y las tendencias que dominan el mundo, sino que debe querer para Ella y para la civilización cristiana una vigencia plena y un brillo aún mayor que en sus mejores días a lo largo de la Historia.

Por eso, el católico debe aplicar cabalmente la sabia y severa sentencia de Nuestro Señor Nadie puede servir a dos señores, y por ello Plínio Corrêa de Oliveira consagró todas sus energías, a lo largo de toda su larga y fecunda vida, al combate intrépido contra ese proceso, para re-cristianizar el orden temporal, rumbo al Reino de Cristo, al Reino de María.

Su último libro Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana —que ya tuvimos ocasión de elogiar— apareció varias décadas después de los últimos discursos del añorado Pontífice, rescatándolos de un profundo olvido en que habían sido dejados y mostrando cuánto bien hubiera hecho al mundo contemporáneo que desde entonces se hubiesen inspirado en ellos los líderes religiosos y temporales.

Su obra se extendió por 27 países —entre ellos el nuestro (Ecuador)— donde el celo combativo del maestro suscitó idealista entusiasmo en sus discípulos, estimulando su piedad, orientando su estudio y su acción, en una época en que los errores doctrinarios, el indiferentismo religioso, las actitudes interesadas y la obsesión por acomodarse a las peores situaciones se van volviendo cada día más frecuentes.

Resta, pues, que pidamos a la Virgen Santísima que, habiendo llamado junto a Sí a quien dedicó su vida a Ella, bendiga la continuidad de su obra en el futuro, tanto más cuanto los acontecimientos presentes anuncian más crisis y conflictos, las cuales para soslayar y vencer es indispensable su ayuda maternal, como muestra la vida de Plinio Corrêa de Oliveira.

Nuestro mentor

Plinio Corrêa de Oliveira

Líder católico universitario, diputado constituyente por la Liga Electoral Católica (1934), presidente de la Acción Católica de Sao Paulo, director del semanario católico «Legionario» y la revista «Catolicismo», y fundador de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP), la trayectoria de Plinio Corrêa de Oliveira puede ser resumida en una palabra: Catolicidad

A más de dos décadas de su fallecimiento, su pensamiento es el referente integral de la Contra-Revolución a nivel mundial, que él definiría y defendería a lo largo de su vida,.

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