En las últimas semanas, como ha sido la tónica creciente desde hace ya varios meses, los titulares de los medios de comunicación han reportado con mayor frecuencia y detalle la gran crisis humanitaria que se vive en Venezuela.
Sin embargo, todos ellos presentan de forma difusa el origen del problema que ahora vive la hermana nación. Los análisis van desde los meramente económicos hasta los más ingenuos, algunos atribuyendo el origen de la crisis a una “guerra económica” que se libra en contra de Maduro (quien termina siendo en este análisis una víctima más del sistema) mientras otros llegan incluso a sostener que la crisis es simplemente un exceso de “populismo”, como si la ideología comunista que ahoga a Venezuela fuera solamente una variable que, en otras condiciones, habría podido llevar al país a la prosperidad.
Reconocida la profunda crisis que azota Venezuela y ha provocado el éxodo que ahora toca Ecuador, así como a casi toda Latinoamérica, resultaría del todo incauto pensar que apareció por generación espontánea o que ha sido el efecto de la embriaguez de poder de los últimos años de dictadura.
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Por el contrario, si queremos encontrar las raíces más profundas del problema podríamos retroceder 101 años.
En el año de 1917 en Portugal, se dieron las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, para entonces una villa poco conocida en el país luso y prácticamente inexistente para el resto del mundo. Dentro de las apariciones, la Virgen Santísima dio una advertencia que tomaría tiempo entender: “Rusia (…) esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia”
¿A qué errores se refería la Madre de Dios?
Un poco más tarde el mismo año, en octubre de 1917, se instalaba en Rusia un nuevo gobierno liderado por Vladimir Ilich Ulianov (más conocido como Lenin), que en su primera aparición declaró: “vamos a proceder a la construcción del orden socialista”, dando así el disparo inicial al régimen igualitario y ateo que llevaría a Rusia y a las demás naciones del orbe que cayeron bajo su yugo, a una inevitable y profunda crisis.
Fue sin duda el comunismo y todo su espectro (desde el socialismo al régimen autogestionario) al que se refirió Nuestra Señora cuando advertía a los tres pastorcitos, y a través suyo a toda la humanidad, sobre los errores de Rusia que tanto irían a castigar al siglo XX.
¿Quién con ojos de fe podría negar, por ejemplo, que Venezuela es un claro caso del error que la misma Madre de Dios advirtió, y que ahora provoca tanto dolor a millones de familias en ese país? ¿Quién con ojos de fe podría negar que la guerra que el régimen de Nicaragua ha declarado en contra de los obispos de su país es otra muestra de aquel error ruso que promovería guerras y persecución a la Iglesia?
Negarlo sería darle crédito a quienes, como varios gobiernos en América, hablan de “malas coincidencias” que han llevado a la catástrofe humanitaria que hoy se vive en Venezuela e indirectamente insinúan que un comunismo (ateo, igualitario y violento) bien aplicado realmente sería la solución. En otras palabras, sería darle la razón a la ola de socialistas del siglo XXI que en la pasada década sudamericana ofrecieron impulsar un nuevo socialismo, adornado y actualizado, que solucionaría los problemas de la sociedad.
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Una interesante muestra de ello es un episodio de la misma historia reciente venezolana. En 1984, la principal organización anti-comunista de Venezuela fue cerrada por el gobierno del entonces presidente Jaime Lusinchi. Se trataba de la Asociación Civil Resistencia, también conocida como Sociedad de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) que había dedicado todos sus esfuerzos a denunciar la articulación de un frente internacional de izquierda que llevarían el país inevitablemente a su caída en las garras del socialismo y del comunismo. Entre las acusaciones que se promovieron en su contra, una de las principales era la “obsesión” que el grupo tenía respecto a la lucha contra el comunismo, ideología que para las clases políticas de entonces era vista como lejana, imposible de que se instalase en la entonces nación más pujante de América Latina.
¿Qué hubieran dicho esos mismos políticos si hubieran podido ver hacia el futuro, tan solo dos décadas más adelante, la situación que ahora sofoca a aquella misma Venezuela?
No se trata tampoco de ver el problema con lejanía, nosotros mismos pensando que no podía pasar en nuestros países (menos prósperos que la Venezuela de los ’80), sino prestar oídos a aquellos que, como esos jóvenes venezolanos, denuncian al comunismo como aquel gran error que Nuestra Señora ya señaló en Fátima hace más de 100 años.
Se trata, pues, de ser serios ante el mensaje de la Virgen Santísima y, además de tener un total rechazo a todo lo que pueda llevarnos a ese error, rezar y actuar con fe para adelantar el cumplimiento que Ella misma hiciera en Fátima: “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”.