7 de octubre: Origen y eficacia del Santo Rosario

Para el católico no es cuestión de preferencia, elección o simpatía, mucho menos de sentimentalismo. Ser devoto de María es cuestión de vida o de muerte, pues se trata de querer o no eficazmente la salvación eterna. 

Si bien es cierto que el único mediador necesario entre el cielo y la tierra es Nuestro Señor Jesucristo, es también cierto que ninguna gracia se comunica al hombre sin la intercesión de la Virgen Santísima, Madre de Dios, pues así la Providencia Divina lo ha dispuesto en el orden sobrenatural.

Importa, pues, muchísimo al fiel honrar a María Santísima con devoción tierna, filial, sólida, utilizando los medios que mejor contribuyan a mantener en su alma los sentimientos de amor verdadero y veneración profunda a la Santa Madre de Dios. Entre estos, en la opinión abalada de los Romanos Pontífices, abunda especialmente el rezo frecuente del Santísimo Rosario, conjunto de oraciones mentales y vocales cuya eficacia extraordinaria la historia se ha encargado de demostrar. Siempre debe el fiel rezar al menos la tercera parte del Rosario -el tercio- de un modo, sin embargo, especial.

 

Conviene pues consagrar a esta devoción el mes de octubre, especialmente dedicado a la Virgen del Santísimo Rosario. Para avivar más esta devoción en nuestros piadosos lectores, recordemos brevemente los orígenes de la misma y los favores que la Santa Sede ha tenido por bien adjudicarle.

 

Orígenes del Santísimo Rosario

 

Según algunos autores, la devoción del Santo Rosario se remonta a los orígenes de la vida monástica. Es una opinión de estos autores que Santa Brígida, patrona de Irlanda, ya en el siglo V solía contar con pequeñas esferas de madera o piedra las oraciones impuestas por los superiores, en general, el Padrenuestro y los Avemarías. Tendríamos así un esbozo de lo que hoy conocemos bajo el nombre de "Rosario".

 

Como quiera que sea, es a Santo Domingo que se debe el Rosario como hoy lo conocemos, así como la propagación de esta devoción tan importante. Fue el fundador de la Orden de los Predicadores que unió los Padres y Avemarías junto con la meditación sobre las alegrías, dolores y triunfos de la Virgen Madre de Dios.

 

Confirmación celestial

 

En el siglo XIII los albigenses infestaban todo el norte de Italia y el sur de Francia, alejando a los fieles de la Iglesia y colocándolos en el camino de la perdición. En vano predicó Santo Domingo contra los errores de esta herejía. Un día en que oraba angustiado a la Virgen Madre de Dios le viniera en auxilio en su campaña por la Iglesia y por las almas, María Santísima le apareció y le ordenó que propagara el Santo Rosario como arma singular contra errores y vicios. Y, realmente, el rezo del Santo Rosario atrajo a los fieles a las meditaciones de los misterios de la vida de Jesucristo y de María Santísima,  pues le siguió un reflorecimiento de la Fe y la mejora de las costumbres. Se convirtió entonces el Rosario una devoción popular, el ABC de la salvación para los iletrados, el compendio prodigioso de los santos Evangelios y de la vida católica para todos los fieles.

 

Favores obtenidos

 

Después de la conquista a los albigenses, la Santa Iglesia siempre recurrió a esta arma poderosísima contra todos sus enemigos. Además de la victoria de Muret contra los albigenses (1213), protegió al Santo Rosario las armas católicas contra los turcos en Lepanto (7 de octubre de 1571), en Viena (1683), en Ceuta (1697) y en otros puntos.

 

La palabra de los Romanos Pontífices

 

Estas sucesivas victorias fueron ocasiones para que los Papas recomienden y enaltezcan esta bellísima devoción. Después de San Pío V, que instituyó la fiesta litúrgica del Santo Rosario, tal vez ningún Pontífice se haya extendido en alabanzas y recomendaciones a esta devoción a la Santísima Madre de Dios tanto como León XIII, de grata memoria. 

 

El mes del Rosario

 

Fue León XIII que instituyó y obligó la práctica del mes del Rosario, es decir, el rezo cotidiano al menos del tercio durante el mes de octubre, rezo que se debe hacer por la mañana durante el Santo Sacrificio de la Misa, o por la tarde, Santísimo Sacramento expuesto.

 

Indulgencias

 

El mismo Romano Pontífice enriqueció de indulgencias este piadoso ejercicio, indulgencias que en sucesivos decretos que quedaron establecidos de la siguiente manera:

 

"A los fieles que, durante el mes de octubre, pública o privadamente, recen con piedad al menos la 3ª. parte del Rosario, le son concedidas:

 

Indulgencia plenaria, si el día de la fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Rosario (7 de octubre) y durante toda la octava, practican el mismo ejercicio de piedad y, además, confesan sus pecados, reciben la Sagrada Comunión y visitan alguna iglesia o Oratorio público;

 

 

Indulgencia plenaria, si después de la octava del Sacratísimo Rosario, al menos durante 10 días, practican el mismo ejercicio, así como la sagrada Confesión y Comunión." (SC Indulg. 23-VII-1898 y 29-VIII-1899, S. Pen (Ap. 18-III-1932).


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