Santa Margarita María Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María Alacoque
Santa Margarita María Alacoque

Santa Margarita María vivió en pleno Ancien Régime (Antiguo Régimen), el período de la historia europea que terminó con la Revolución Francesa. Falleció en gracia de Dios un 17 de octubre de 1690 y fue canonizada por Benedicto XV en 1920.

Para algunos el Ancien Régime va desde el final de las Guerras de Religión (Tratados de Westfalia, que pusieron fin a la Guerra de los Treinta Años) hasta la Revolución, o sea, de 1648 a 1789. Con relación a Francia, la expresión Ancien Régime es comúnmente usada para indicar el período entre el reinado de Enrique IV (1594-1610) y la Revolución Francesa. 

 

En el campo religioso, el jansenismo —especie de infiltración del espíritu calvinista dentro de la Iglesia— causaba grandes estragos en las almas de los fieles en la Francia de los siglos XVII y XVIII, destruyendo en ellas la noción de la misericordia de Dios y de la confianza filial hacia el Padre Celestial, inculcándoles un temor exagerado, desprovisto de amor e inclinándolas a huir de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía. 

 

Fue entonces que el Sagrado Corazón de Jesús apareció a Margarita María, joven religiosa de la Orden de la Visitación, fundada por san Francisco de Sales y santa Juana de Chantal para transmitir su mensaje de misericordia y confianza expresada en el Corazón humano y divino del Verbo Encarnado.

Voto de castidad perpetua

 

Nacida el 22 de julio de 1647, hija de Claudio Alacoque y de Felisberta Lamyn, Margarita María era la quinta de los siete hijos del matrimonio. 

 

Dios la quería sólo para sí. Por eso, como ella misma revela en su autobiografía, la preservó prácticamente desde la cuna de la más leve mancha de pecado. [1]

 

El Divino Maestro la dirigía en los secretos de la vida interior, para que su comunicación fuese solo con el cielo. 

 

De ese modo, apenas a los cuatro años de edad Margarita hizo voto de castidad: 

 

Sin saber lo que hacía me sentía continuamente impulsada a decir estas palabras: 

 

‘Dios mío, te consagro mi pureza, y hago voto de perpetua castidad’” ( Autobiografía, [2]). 

 

Afirma su primer biógrafo: 

 

Desde su infancia el Espíritu Santo le enseñó el punto capital de la vida interior, comunicándole el don de la oración. Su mayor placer era pasar horas enteras en oración; y, cuando no la encontraban en casa, iban a la iglesia, donde la hallaban inmóvil ante el Santísimo Sacramento” [2]. 

 

A la muerte de su padre en 1655, Margarita ingresó como educanda en el convento de las religiosas clarisas en Charolles, con apenas ocho años de edad.

Capilla de las Apariciones del Sagrado Corazón de Jesús
Capilla de las Apariciones del Sagrado Corazón de Jesús

Se consagra a la Santísima Virgen

 

La devoción a María es señal de predestinación. Por eso Margarita siempre la tuvo desde los albores de la razón. María Santísima retribuía amor con amor: 

 

La Santísima Virgen tuvo siempre grandísimo cuidado de mí; yo recurría a Ella en todas mis necesidades y me salvaba de grandísimos peligros”, confiesa Margarita.

 

Mucho antes de que san Luis María Grignion de Montfort popularizara la devoción de la sagrada esclavitud a Nuestra Señora, Margarita, aún siendo niña, se consagró a Ella como esclava (Autobiografía, 22).

 

A raíz de una grave enfermedad que puso en riesgo su vida, a los once años de edad, Margarita fue retirada del convento y llevada a casa. Ella quedó semiparalítica y tan delgada que, según narra, “los huesos me rasgaban la piel por todas partes” . Tampoco podía caminar. Los médicos agotaron toda su ciencia y no obtuvieron el menor resultado, lo que llevó a suponer que la principal causa de la enfermedad era sobrenatural. Duró casi cuatro años y Margarita sólo se curó después que se consagró a la Santísima Virgen.

El Sagrado Corazón se le manifiesta en el convento de Paray-le-Monial

 

 

Al alcanzar la adolescencia, Margarita quiso abrazar la vida religiosa, pero tuvo que enfrentar la oposición de la rama paterna de su familia. 

 

Sin embargo, vencida la presión, Margarita María ingresó al convento de la Visitación, en Paray-le-Monial. 

 

No bien entró en el locutorio, oyó interiormente estas palabras: 

 

Aquí es donde te quiero” ( Autobiografía , 26). 

 

El Sagrado Corazón de Jesús se fue manifestando a santa Margarita María de modo paulatino en los años 1672 y 1673, hasta llegar a hacerlo claramente en 1674 y 1675. Diez años después, en 1685 y 1686, aún le reveló sus magníficas promesas al género humano. 

 

Así, en los primeros meses de 1673, por entendimiento interior, Margarita María vio su corazón como un átomo todo negro y desfigurado unirse al bello Corazón de Jesús, más brillante que el sol y de una grandeza infinita. Era su primera visión del Sagrado Corazón, toda ella espiritual. [3] 

Primera gran revelación

 

Para situarnos mejor en el ambiente de Francia en que se produjo la primera gran aparición del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María, transcribimos las palabras del sacerdote jesuita Augusto Hamon, uno de los mayores biógrafos de la santa: 

 

En la mañana del 27 de diciembre de 1673 [día en que esta ocurrió] , la vida en nuestra tierra de Francia fue retomada en el punto en que los hombres la habían abandonado en la víspera, a la noche. Por todas partes las mismas ocupaciones, los mismos placeres, los mismos dolores, los mismos odios y las mismas ternuras, los mismos trabajos y las mismas guerras; Bourdaloue y Bossuet predican, La Fontaine piensa en sus Fábulas, Boileau rima su Arte Poético, Racine compone Ifigenia, Turenne defiende la frontera del Rin contra los imperiales, Condé la [frontera] del Norte contra Guillermo de Orange, Luis XIV, todo vuelto hacia su gloria y sus placeres, hace frente a Europa, y nadie sabe que Jesucristo nos va a revelar su Corazón divino”. [4]

 

Era la fiesta de san Juan Evangelista. Margarita María rezaba ante el Santísimo Sacramento cuando Nuestro Señor “me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino; y allí me reveló las maravillas de su amor y los insondables secretos de su Sagrado Corazón [...] . Él me dijo: ‘Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí las llamas de su caridad ardiente, es preciso que ellas se difundan por tu intermedio, y que mi amor se manifieste a todos los hombres para enriquecerlos con sus preciosos tesoros, que aquí te descubro, y que contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, para la ejecución de este gran designio, a fin de que todo sea obra mía’” ( Autobiografía , 53).

Segunda gran revelación

 

Es muy probable que la segunda gran revelación —de la que, lamentablemente, no se tiene fecha— haya ocurrido un primer viernes de mes, el año de 1674. 

 

El Sagrado Corazón apareció rodeado de espinas y con una cruz encima. 

 

Me hizo ver que el ardiente deseo que te nía de ser amado de los hombres y de apartarlos del camino de perdición, adonde Satanás los precipita en tropel, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracia, de santificación y de salvación que contiene. A todos aquellos que quisieren tributarle y procurarle todo el amor, honor y gloria que esté en su poder, los enriquecerá con abundancia y profusión con esos divinos tesoros del Corazón de Dios, que es la fuente de ellos. Pero es preciso honrarle bajo la figura de ese Corazón de carne, cuya imagen quería que se expusiera y que llevara yo sobre mi corazón, para grabar en él su amor, llenarlo de todos los dones de que Él estaba lleno, y destruir todos sus movimientos desarreglados. Y dondequiera que esta imagen fuere expuesta para ser honrada, derramaría sus gracias y bendiciones. Esta devoción era como un supremo esfuerzo de su amor que quería favorecer a los hombres en estos últimos tiempos con esta redención amorosa, para sacarlos del imperio de Satán que Él pretendía arruinar para colocarnos bajo la dulce libertad del imperio de su amor, el cual quería restablecer en los corazones de todos los que quisieran abrazar esta devoción”. [5]

Tercera gran revelación

 

La fecha de la llamada tercera gran revelación tampoco quedó registrada. Ocurrió también en 1674, en un día en que el Santísimo Sacramento estaba expuesto. 

 

Así, estando ella una vez más ante ese Sacramento del Amor, entró en éxtasis y vio a Nuestro Señor Jesucristo “fulgurante de gloria con sus cinco llagas que brillaban como cinco soles, y de esta sagrada humanidad salían llamas de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho que parecía un horno, y al abrirse me descubrió su corazón amantísimo y amabilísimo, que era la fuente viva de estas llamas. Fue entonces cuando me descubrió las maravillas inexplicables de su puro amor, y hasta qué exceso Él lo había llevado a amar a los hombres, de los cuales no recibía sino ingratitudes y frialdades” . 

 

El Redentor del mundo le dijo: 

 

Esto [las ingratitudes y frialdades] me es mucho más doloroso que todo cuanto sufrí en mi Pasión. Si al menos [los hombres] retribuyesen al amor que les tuve, estimaría en poco lo que hice por ellos. Pero solo tienen frialdad y repulsas groseras con relación a todos mis desvelos por hacerles el bien” (Autobiografía , 55).

Cuarta gran revelación

 

Aunque Margarita María no mencione la fecha de esta revelación, los estudiosos juzgan que habría ocurrido entre el 13 y el 21 de junio de 1675, dentro de la octava de Corpus. Es narrada en su Autobiografía (92) y en una carta a san Claudio de la Colombière. 

 

Estando como de costumbre ante el Santísimo Sacramento, Nuestro Señor le dijo, presentando su divino Corazón: 

 

He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha reservado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor. Como reconocimiento no recibo de la mayor parte de ellos sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sus sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de Amor. Sin embargo, lo que me es más sensible es que hay corazones consagrados que actúan así. 

 

Por esto te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, comulgando ese día y reparando las injurias que recibió durante el tiempo que estuvo expuesto en los altares. 

 

Te prometo que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia los influjos de su divino amor sobre quienes le presten esta honra”. [6]

Comunión reparadora

 

Para concluir, citamos la consoladora promesa de los primeros viernes de mes. En una carta a la madre De Saumaise, la santa relata esta gran gracia que le fue concedida casi al fin de su vida (probablemente en 1688): 

 

Un viernes, en la Sagrada Comunión, dijo estas palabras a su indigna esclava, si no se engaña: Te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los sacramentos, mi divino Corazón será su asilo seguro en el último momento”. [7]

 

Autor: Plinio María Solimeo. Fuente: Fátima.org

Notas.

1. Autobiografía de Santa Margarita-María Alacoque , 4ª edición, Editorial A. O., Braga 1984, (citado: Autobiografía ). 

2 . J EAN CROISET , Abrégé de la vie de la soeur Marguerite-Marie Alacoque , apud M ONS . B OUGAUD , Historia de la beata Margarita María , Porto, Imp. Moderna, 2ª edición, p. 36. 

3 . Lettres de la Sainte , Carta XXII, a la madre De Saumaise, abril de 1683, in Vie et oeuvres de sainte Marguerite-Marie , Monastère de la Visitation, Paray-le-Monial, Éditions Sainte-Paul, ParísFriburgo 1990, t. 2, p. 168. 

4 . A UGUSTE HAMON SJ, Histoire de la Dévotion au Sacré-Coeur de Jésus , Gabriel Beauchesne & Cie. Éditeurs, París 1907, p. 146. 

5 . Lettres de la Sainte , Carta CXXXIII al P. Croiset, 3 de noviembre de 1689, op. cit., p. 333-334. 

6 . M ARGARITA MARÍA ALACOQUE , Vie et oeuvres de sainte MargueriteMarie , Éditions Sainte Paul, París-Friburgo 1990, t. I, p. 82-84. 

7 . Lettres de la Sainte , Carta LXXXVII a la madre De Saumaise, mayo de 1688, op. cit. p. 212.


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