Y después del Coronavirus, ¿un mundo sin Dios? ¡No y no!

Mujer reza frente a una Iglesia cerrada en Ambato, Ecuador. Foto: Fabián Maisanche / EL COMERCIO
Mujer reza frente a una Iglesia cerrada en Ambato, Ecuador. Foto: Fabián Maisanche / EL COMERCIO

Cualquiera que piense que la crisis del coronavirus representó una tregua en la furiosa guerra cultural, está muy equivocado. La guerra solo se aceleraráDel mismo modo, cualquiera que piense que es necesario construir complejas teorías de conspiración para explicar lo que está sucediendo también está equivocado.

 

Los pensadores "progresistas" establecen claramente cómo conciben el orden después del coronavirus. No piensan en términos de una narrativa en la que todo volverá a la normalidad. Dicen que la tormenta pasará, pero también que el mundo cambiará para siempre, preferiblemente a su propia imagen y semejanza liberal.

 

Los pensamientos de estos visionarios deberían ser motivo de preocupación para quienes defienden el orden moral y la fe. Sus pronósticos excluyen las opiniones de tales defensores por ser irremediablemente atrasados e incluso peligrosos.

 

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UN VISIONARIO HABLA 

 

Uno de esos visionarios es Yuval Noah Harari, profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. No es un escritor que está al margen de las cosas. Sus libros se han convertido en los más vendidos del New York Times y han recibido el respaldo de personas como el ex presidente Barack Obama y Bill Gates. Si alguien puede hablar en nombre del establishment liberal, es Harari quien tiene las credenciales. Su pronóstico de lo que viene después del coronavirus aparece a través de un serio portavoz del establishment, The Financial Times.

 

Su cosmovisión refleja un mundo secular sin fe. En su libro de 2017, Homo Deus, el Dr. Harari argumenta que no hay Dios, ni alma, ni libre albedrío. Para él, la vida es simplemente una sucesión de reacciones químicas y algoritmos que interactúan y evolucionan con la naturaleza. Él cree que los humanos tecnológicamente capacitados eventualmente se convertirán en dioses inmortales.

 

Por lo tanto, este gurú posmoderno representa la vanguardia del pensamiento progresista. Por eso, cuando habla, tiene sentido escucharlo. El autor hace tres observaciones escalofriantes sobre el futuro posterior al coronavirus que no deben ignorarse.

 

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Yuval Noah Harari
Yuval Noah Harari

CAMBIOS IMPORTANTES REALIZADOS RÁPIDAMENTE

 

La primera observación es que la crisis del Coronavirus va a cambiar radicalmente la economía, la política y la cultura en un corto período de tiempo si los líderes mundiales actúan "rápida y decisivamente".

 

Esta crisis "acelerará los procesos históricos". Permitirán a los funcionarios realizar experimentos masivos, utilizando incluso tecnologías peligrosas. Las decisiones que normalmente tomarían años o incluso décadas de deliberación, se aprobarán en cuestión de horas. En este clima de pánico, la gente aceptará medidas que nunca aceptarían en tiempos ordinarios.

 

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Quienes comparten esta visión no desean volver a la normalidad. Quieren un orden diferente que refleje su cosmovisión. Este futuro no se presenta como una opción sino como un hecho consumado. La crisis lo impondrá rápidamente a las naciones. No hay vuelta atrás hacia un viejo orden.

 

Algo implícito en las declaraciones del Prof. Harari es que los viejos paradigmas deben cambiar de conformidad con la "solidaridad global". Las ideas anticuadas ya no funcionarán en este mundo nuevo y valiente. Los tecnócratas informados que usan "ciencia" y datos serán mucho más capaces de gobernar el mundo que los funcionarios electos.

 

El aspecto más inquietante de esta observación sobre el futuro es su carácter sigiloso. Entra en escena (como hizo el coronavirus) rápidamente y sin el consentimiento de los que son afectados de forma directa.

 

 

VIGILANCIA TOTALITARIA O EMPODERAMIENTO CIUDADANO

 

La segunda observación del Dr. Harari es la época que viene junto con la vigilancia universal de los ciudadanos. Señala que la crisis del coronavirus ya está trayendo instrumentos en línea de monitoreo público que superan todos los esfuerzos pasados para vigilar a las personas. La crisis del coronavirus amenaza con "normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado".

 

El visionario progresista no es tan ingenuo como para pensar que esta tecnología no puede ser dañina o peligrosa. Un teléfono inteligente que transmite la ubicación de las víctimas de virus también se puede programar para controlar la temperatura y la presión arterial. El monitoreo médico también puede registrar fenómenos biológicos como emociones, alegrías e ira. Puede medir las reacciones a ideas conservadoras o liberales que se encuentran on line. Todos estos datos pueden ser cosechados y vendidos a departamentos de marketing corporativo... y a agencias gubernamentales.

 

Sin embargo, el escritor afirma que el monitoreo universal también puede ser una fuente de empoderamiento ciudadano. El monitoreo puede ser beneficioso cuando es moderado por instituciones que crean relaciones de confianza. Su solución no es reconstruir la confianza en la familia, la comunidad o la iglesia. En cambio, enumera las instituciones que han traicionado esta confianza en el pasado y se encuentran en el centro de la guerra cultural.

 

"La gente necesita confiar en la ciencia, confiar en las autoridades públicas y confiar en los medios", señala. Añadiendo más tensión, denuncia las teorías de la conspiración y "políticos irresponsables [que] han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación".

 

Por lo tanto, la narrativa progresista de la crisis del coronavirus sigue el guión de Harari al presentar el falso dilema de aceptar una tecnocracia ilustrada o un totalitarismo irresponsable.

Una prueba del sistema de reconocimiento facial en China. (Reuters)
Una prueba del sistema de reconocimiento facial en China. (Reuters)

SOLIDARIDAD GLOBAL

 

La observación final presenta otro falso dilema. El profesor afirma que la sociedad posterior al coronavirus debe elegir entre lo que él llama "aislamiento nacionalista y solidaridad global". La opción normal de una nación que afirma su propia identidad pero que comparte una humanidad común, no está sobre la mesa. La acción efectiva para enfrentar la crisis solo puede hacerse a través de una cooperación global, no siempre voluntaria.

 

Por lo tanto, las naciones necesitan "compartir" información, tecnología y descubrimientos a nivel mundial. Debe haber un espíritu de cooperación y confianza global (es una conclusión bastante irónica, ya que pocos confían en las autoridades chinas que no "compartieron" la noticia de la enfermedad cuando estalló. Los científicos occidentales continúan cuestionando el uso creativo de las estadísticas por parte de los comunistas chinos para apoyar su agenda).

 

Esta nueva solidaridad debe trascender todas las diferencias políticas, filosóficas y culturales. Un gobierno comunista, una teocracia islámica o una dictadura brutal... son todos iguales en este vasto esfuerzo para salvar vidas. Él prevé una especie de comunidad universal coordinada por líderes ilustrados y tecnócratas.

 

"Así, como los países nacionalizan industrias clave durante una guerra, la guerra humana contra el coronavirus puede requerir que ‘humanicemos’ las líneas cruciales de producción". El autor prevé naciones ricas viniendo en ayuda de los países pobres incluso hasta el punto de agrupar al personal médico y distribuir suministros vitales de manera más justa. La cooperación global también es necesaria en el frente económico ya que las naciones ricas serán "invitadas" a compartir su riqueza.

 

Tales sueños comunales de cooperación global no son nuevos. Durante mucho tiempo han poblado los sueños de los utópicos planificadores sociales que están demasiado dispuestos a imponer sus planes al mundo, siempre con resultados catastróficos. Sin embargo, el pánico de esta crisis es cómo lo inconcebible se hace posible.

UN FUTURO SIN DIOS.

 

Las tres observaciones de Yuval Harari tienen características en común. La primera es una notable hostilidad hacia quienes se oponen a esa guerra cultural. Son descartados como fuerzas de desunión que se oponen a la "ciencia" y la solidaridad global.

 

Una segunda característica alarmante es la voluntad de eludir los procedimientos establecidos y las libertades para imponer su visión del mundo a la nación. Ya sea a través de procesos históricos acelerados, vigilancia universal o “cooperación” global, el mensaje subyacente es la necesidad de mecanismos supra-gobernantes que hacen lo mejor para la humanidad.

 

Finalmente, el plan de Harari excluye un marco moral basado en estándares objetivos de lo correcto y lo incorrecto o incluso el Estado de Derecho. Como alguien que no cree ni en el alma ni en el libre albedrío, niega cualquier papel de la religión y de Dios. El suyo es un mundo frío y brutal sin propósito ni redención.

 

La narrativa de Harari se encuentra en la avalancha diaria de noticias. Es fácil encontrar las medidas, métodos y objetivos que él describe entretejidos en esta crisis. Un editorial reciente en The Wall Street Journal por Henry Kissinger repite la idea de que la crisis "alterará para siempre el orden mundial".

Sagrado Corazón de Jesús: Patrón y Protector del Ecuador
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Innumerables escritores, pensadores y políticos se hacen eco de este mensaje amenazante.

 

Las teorías de conspiración necesitan métodos ocultos, poder sin control y redes masivas para ser lo suficientemente creíbles como para encontrar adherentes. Sin embargo, en el caso de la crisis del coronavirus, ¿quién necesita teorías de conspiración? Pensadores como Yuval Harari escriben abiertamente sobre su escalofriante futuro sin Dios posterior al coronavirus.

 

Afortunadamente, Dios también tiene un futuro en mente. Dios escribe recto en reglones torcidos. Él podría tener algunas sorpresas que los visionarios progresistas no pueden ver.

 

Autor:  John Horvat II

Tomado de: Who Needs Conspiracy Theories When Progressives Openly Describe the Post-Corona World?

Traducido por Círculo Beato Pío IX

 

 

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